sábado, 28 de junio de 2008

Piel mestiza

De piel mestiza,
de corazón de arena.

Soy el más negro capricho de esta tierra.

Tengo el alma zapoteca
y la sangre muy norteña.

Soy el mayor de tres espejos,
soy un recuerdo en voz del sotavento,
los labios me saben a chogosta,
mis manos llevan la marca del azufre,
he bebido el agua de los siete pozos,
he crecido orgulloso y necio,
jaltipaneco a más no poder.

Tengo por costumbre hablar de lo que siento,
y morirme en la raya —cuando de morir se trata—
de gritar a los cuatro vientos al son de una jarana:

Yo nací en el Río de Arena,
y nací así,
con piel mestiza,
y corazón de arena
.

Sonreír

Sonreír cuando el viento pese
y la noche someta los instintos,
cuando se presienta el final de la locura
y el amor comience a marchitarse,
cuando despierte y tu cuerpo ya no esté
cuando el miedo resucite mordiéndome los pies,
sonreír cuando deje de llover,
cuando a mis manos les falte soledad
sonreír cuando termine de soñarte
cuando el silencio me arranque el antifaz
cuando la noche regrese con tus labios
cuando al fin tus labios regresen en la noche.

Corazón en blanco

Tengo una mano tan cobarde,
que se esconde del destino,
una boca que muere de pena ante tus ojos,
y un jardín de arena.

Tengo una noche de esperanza,
una tregua y seis venganzas,
una estrella que me olvida,
y un reloj sin vida.

Tengo un corazón tan olvidado
que se ríe del fracaso,
y se oculta de la noche
con frases incompletas.

Tengo el color del abandono,
la rutina de ser el último en la fila,
de morirme lentamente en una duda,
y soñarme cada noche entre tus brazos.

Tengo una mano tan cobarde
y un corazón tan solitario,
tengo tantas noches y tanto llanto,
tanta pena y el corazón en blanco.

Vengo llegando

He caído de muy alto,
de allá donde las caricias me olvidaron.

Vengo llegando cuesta abajo,
transgrediendo las fronteras del dolor.

Cansado de emigrar en pos de tierra fértil,
angustiado de tanto esperar la llegada de las lluvias.

Indeciso de tocar tus manos,
temeroso de hallarme perdido en tu mirada.

Vengo llegando tan solo
para ofrecerme en sacrificio ante tus pies.

El retorno del fantasma

En aquellas noches de ausencia y dolor,
un sentimiento clandestino me toma por asalto,
emergido del más oscuro pantano de un recuerdo.
(perdido o escondido, no lo sé)

Una estrella indiscreta
se desnuda al pie de mi cama,
y descansa sus frías manos en mi rostro.

La sombra que vigila detrás del espejo,
deja caer tres gotas de llanto en una copa,
y se bebe mi esperanza.

Los demonios de la infancia vuelven,
entonan una canción de luto
y se esconden en el sueño de mi almohada.

Una diosa desnuda y olvidada
busca entre la ropa sucia
el viejo disfraz de penitencia.

Mientras la tristeza,
escondida en un rincón,
teje su vestido con mis huesos.

Amenaza

Si tu mirada me roba el alma,
tendré que buscarla entre tu piel.

Si me pierdo en mi discurso,
tendrás que encontrarme con un beso.

Si tus manos me provocan,
tendré que atarlas a mi cuerpo.

Si tu voz me incita a la incoherencia,
tendré que flagelarme con tu pecho.

Si tu ausencia me devuelve la cordura
te arrancaré de los labios mi locura.

Si alguna vez tus palabras me dolieran,
tendré que responderte con poesía.

Y si vuelves a mirarme de ese modo
no tendré más remedio que amarte hasta la muerte.

La víspera

Estoy esperando:

Que el cielo se despeje,
para fondear en costas de una pena.

Que regresen las abejas,
para incendiar el pasto seco.

Que canten las cigarras,
para cambiarles la piel por un par de alas.

Que me den permiso
de lavar mis ojos y pescar una esperanza.

Que me tejan una hamaca las arañas
Para contemplar la danza del cocuyo.

La llegada de los duendes
Para sembrar un millón de almendros.

Al pájaro carpintero,
para pedirle una jarana.

Ruego

Convídame un minuto de tus labios,
deja que tus manos —mariposas de fuego—
cautericen las viejas llagas
de mi piel oscura y seca.

Deja que tus noches envueltas en deseo
se instalen en mis sábanas,
y deja que la luna —eterna voyeurista—
nos arranque los ojos.

Muéstrame un pedazo de tu vida,
regálame un día en tu recuerdo,
arráncame del pecho estas ganas
de ocultarme en tus caricias.

Déjame la piel marcada con tu aroma,
esconde mis penas bajo la cama,
escápate en la noche con mis besos,
pronuncia mi nombre siete veces cada lunes.

Regresa cada tarde para robarme
un poco de mi vida,
procura recordarme cada fin de mes
y olvídame un minuto cada día.